El árbol como metáfora

El árbol como metáfora

arbol como metaforaUn símbolo se caracteriza por remitirnos a distintos tipos de significaciones y realidades más allá de su mera apariencia externa.

Una de las figuras simbólicas más antiguas y potentes que existe en nuestro medio cultural es la del árbol. Esta imagen ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales para representar aspectos especialmente profundos de nuestra vida, lo cual, en definitiva, como se dijo al principio, es la función de todo símbolo.

Son muchas las culturas que sustentan la creencia de que el mundo fue formado a partir de un eje central, un árbol sagrado que sostenía los cielos.  Así, es posible encontrar relatos míticos de diferentes árboles sagrados, como el caso de Yggdrasil, el árbol sagrado de los germanos septentrionales; o también la ceiba, el de los mayas; o la encina para los celtas, etc.

En muchas y diferentes civilizaciones ha habido árboles que han sido venerados como sagrados, como por ejemplo en algunos lugares de Asia se rinde culto respetuoso al árbol del Bodhi, bajo el cual Buda alcanzó la iluminación.

Los árboles parecen encontrarse fuera del tiempo, y su larga vida les confiere una especial energía y majestuosidad. La imagen del árbol, pues, nos transmite solidez y estabilidad. Un árbol puede darnos frutos, leña, sombra… También puede acoger a las criaturas proporcionándoles cobijo y protección. Sostiene y aguanta a la propia tierra impidiendo la erosión, de tal manera que, un árbol, es algo muy beneficioso para el lugar en el que se asienta.

Si aceptamos esta imagen del árbol como una rica metáfora para la vida, nos daremos cuenta de que es posible describir nuestra propia naturaleza como si de un árbol se tratara, ya que se puede representar con bastante acierto no sólo los aspectos corporales o físicos,  sino también los aspectos psicológicos y espirituales del ser humano.

El árbol dirige sus raíces hacia la tierra y eleva sus ramas hacia el cielo, lo cual constituye una adecuada metáfora del mismo ser humano, un ser situado entre los dos mundos, el terrenal y el celeste.

Si nos fijamos en el aspecto corporal, los pies vendrían a ser como las raíces que nos sustentan y sobre las que se levanta el resto del edificio, nuestra corporalidad. Pero también, podríamos decir que las raíces del ser humano, a otro nivel más profundo, se encuentran ubicadas en nuestro Espacio Interior, en nuestro Mundo Interior, en ese núcleo del Ser que constituye la esencia profunda que nutre nuestro modo de estar en el mundo.

Siguiendo el paralelismo, diríamos que el tronco simboliza el cuerpo, y de él saldrán las ramas, nuestros brazos capaces de actuar y modificar el mundo. Un ser humano en posición vertical y con los brazos extendidos hacia el cielo, parece reclamar el encuentro con el universo y con los otros seres humanos, la búsqueda de la grupeidad y de la trascendencia a la vez.

Finalmente, diríamos que los frutos del árbol son comparables a nuestras acciones concretas en el mundo, aquellas transformaciones de nuestro medio que derivarán de la calidad o no de nuestros propios actos. Tal vez en este punto sea conveniente recordar que los frutos del árbol no son sólo para sí, sino que están destinados a beneficiar a otros muchos seres, de la misma forma que nuestras acciones debieran dejar tras de sí un mundo mejor que el que encontramos.

Así que, si hemos comprendido bien la metáfora del árbol, sería bueno preguntarse en algún momento qué significa eso de que una vida sea apropiadamente fructífera.

¿Estamos dando los frutos que hemos venido a dar y que nuestro mundo necesita de nosotros?

Me gustaría finalizar con una cita  de B.S. Rajneesh que leí hace tiempo y que creo que encaja en todo lo comentado anteriormente:

“Si una vida pudiese ser como ese árbol, extendiendo ampliamente sus ramas de modo que todos pudiesen guarecerse bajo su sombra, entonces podríamos comprender lo que es el amor. No hay escrituras, mapas o diccionarios para el amor”. 

 

Embellecer el Espacio Interior

Embellecer el Espacio Interior

Embellecer el Espacio InteriorVivimos en un mundo en el que la belleza juega un papel importante. No cabe duda que la imagen que damos a los demás cuenta mucho, incluso de ello puede depender el acceso a ciertos puestos de trabajo, ya que existen ocupaciones en las que una determinada apariencia física va a ser determinante.

También observamos un aumento de las actividades profesionales que promueven los cuidados corporales, tales como los salones de belleza, los anuncios de ciertos productos en televisión o los centros de Medicina Estética, entre otros.

Desde el punto de vista médico-quirúrgico, se ha constatado en los últimos tiempos un incremento notable del número de operaciones a las que muchas personas se someten con el fin de mejorar su aspecto exterior.

Hay una evidente preocupación por mantener “la carrocería” en buen estado, lo cual está muy bien, pero me cabe la duda de si también nos ocupamos con el mismo afán de otros factores menos visibles de nuestro ser.

En algunos aspectos parece que sí, ya que, de algún modo, se ha incorporado también a nuestra cultura actual una importante tendencia a cuidar mejor la alimentación, así como a llevar a cabo una serie de prácticas saludables, tales como el deporte, el yoga o la meditación, las cuales ayudan a mantener en forma el cuerpo y la mente.

Ciertamente, parece que hoy día nos cuidamos más que antaño.

A pesar de ello, me sigue quedando la duda de si también cuidamos lo suficiente algunos aspectos más sutiles del ser, como por ejemplo el Espacio Interior.

Se dice que la verdadera belleza surge del interior y se manifiesta en el mundo a través de nuestras acciones. Por tanto, si consideramos que es importante mejorar nuestro entorno, parece que no sólo es deberíamos cuidar bien nuestro cuerpo, sino que también deberíamos aprender a embellecer nuestro Espacio Interior.

Embellecer el Espacio Interior no es sólo una labor de maquillaje, en el sentido de aplicar productos para ocultar ciertos defectos, sino de potenciarlo en todo su esplendor, ya que de un Espacio Interior bello surgirá una acción positiva en el mundo que permitirá armonizar y mejorar nuestro entorno.

Entonces, ¿de qué forma podríamos hacer este embellecimiento interior del que hablo?

Lo primero sería explicar que el Espacio Interior viene a ser como el contenedor en el que se expresan los fenómenos de la consciencia, es decir, los contenidos.

Es, pues, un espacio de consciencia, o lo que es lo mismo, nuestra más pura esencia. Lo que cada uno de nosotros somos no son nuestros contenidos mentales (pensamientos, emociones, etc.) sino ese espacio de consciencia. Por eso, al cuidarlo apropiadamente, es como si cuidásemos nuestra esencia más primordial y profunda.

Pero, si observamos a una persona normal, en un día normal, ¿cuánto tiempo crees que dedica a cuidar la higiene y la belleza de su mundo interior?

Entonces, ¿por qué nos extraña, a veces, estar guapos por fuera pero con un aspecto interior tan poco agraciado?

A cualquier persona normal no le extraña lavarse los dientes o las manos varias veces al día, tantas veces como sea necesario, pero cuando nos contaminamos con pensamientos, idea, emociones… ¿qué hacemos con esta suciedad?

Pues si queremos mantenernos bellos internamente, lo que deberíamos hacer es dedicar tiempo y esfuerzo para eliminar las contaminaciones mentales que nos afligen, y al mismo tiempo aplicarse en desarrollar el verdadero potencial que todos llevamos dentro.

Por tanto, si queremos brillar como seres humanos, es necesario, pues, saber embellecer nuestro Espacio Interior, convertirnos en unos grandes esteticistas de nuestro mundo interno, lo cual quiere decir que habremos de asumir la responsabilidad de trabajar en ello, evitando las excusas que nos mantienen anclados en nuestros hábitos limitantes y nuestras emociones perturbadoras.

Del mismo modo que las personas aprenden a cuidarse externamente, es posible aprender a hacer lo propio con el mundo interior.

Ser capaz de establecer pausas en nuestro habitual ritmo frenético, conectar con la respiración consciente y con nuestro Centro Vital, permitir que la consciencia habite el cuerpo, así como cultivar el desapego sobre las fluctuaciones mentales, son algunos de los aspectos que debiéramos aprender a desarrollar para poder así “embellecer nuestro Espacio Interior” y convertirnos en seres luminosos por dentro y por fuera.

Ventajas de la disciplina

Ventajas de la disciplina

imagesBEZ01J9NVivimos en unos momentos ciertamente extraños. Por un lado, se escuchan y se leen diferentes voces preocupadas por la falta de disciplina de ciertos ámbitos, como la familia o la escuela. Por otro, cuando alguien trata de realizar algunas propuestas o acciones para fomentar la disciplina, es acusado con cierta frecuencia de ser autoritario, dictatorial o de falta de diálogo democrático. Entonces ¿en qué quedamos? Parece como que hablar de disciplina en nuestro medio social fuese algo trasnochado y conectado a pensamientos sociopolíticos conservadores.

Nada más alejado de la realidad. A lo mejor es necesario explicar un poco qué significa esto de la disciplina para poder comprender su gran importancia.

Primeramente habría que distinguir entre la disciplina de origen externo, que puede ser impuesta o pactada, y la de origen interno, es decir, la que nace de lo más profundo de nuestras convicciones.

Ésta es la más importante para el desarrollo interior. No se trata de cumplir con las tareas porque si no lo hacemos alguien de fuera nos castigará, sino porque entendemos desde nuestra propia concepción del mundo que es lo mejor que podemos hacer.

La disciplina es una capacidad de nuestra consciencia al servicio de la consecución de nuestras metas más valiosas. Es lo que nos permite llevar a cabo aquellas cosas que son necesarias para alcanzar nuestros objetivos a pesar de las dificultades, y también nos ayuda a seguir en la acción independientemente de que nos guste  o no dicha tarea.

Es una cualidad imprescindible para el deporte, para el trabajo, el estudio o para cualquiera que se proponga alcanzar algo que requiera un esfuerzo importante.

En términos de desarrollo humano, la disciplina más importante ha de provenir de nuestras propias convicciones internas. La llamamos autodisciplina, y es fundamental para el crecimiento personal, ya que nos permite cumplir con nuestras propias reglas, según nuestras propias convicciones, actuando independientemente de nuestro estado emocional, es decir, hacer lo que tenemos que hacer, tanto si nos apetece como si no.

Desde el punto de vista sofrodynámico, proponemos que la disciplina ha de entenderse como un esfuerzo positivo orientado a nuestras metas, y nunca como una negación de algo impuesta desde fuera.

Es, también, una importante capacidad cuando nos involucramos en la obtención de metas cuya recompensa no es inmediata, sino aplazada. Dicha capacidad, la disciplina, puede incrementarse mediante el entrenamiento, como si fuese una especie de músculo.

Ser disciplinado posee, pues, innumerables ventajas, ya que es una herramienta imprescindible para alcanzar el éxito que deseamos, porque  nos enseña a atender a nuestros propios compromisos vitales y, también, a focalizar y orientar nuestro esfuerzo evitando dispersiones inútiles.

Pero también conviene tener presente que la disciplina mal gestionada puede llegar a ser limitante y convertirse en una pesada losa más que en una liberadora cualidad. Porque, como todas las cosas, si son mal gestionadas producirán más contrariedades que beneficios, así que no es tan importante cuanta cantidad de disciplina posees sino cómo eres capaz de gestionarla.

Por último, no perdamos de vista la importancia de ser benevolentes con nosotros mismos, es decir, conocer nuestras limitaciones, aceptarlas y no exigirse más de lo que humanamente podemos llevar a cabo, pues no tenemos la obligación de cargarnos con más peso del que somos capaces de soportar.

Las relaciones nutricias

Las relaciones nutricias

relaciones nutriciasMuchas personas se sienten solas y desvalidas en el mundo, como si sus vidas no le importase a nadie. Y no me refiero a quienes que carecen de familiares, amigos o personas cercanas, sino que esta creencia muchas veces procede de gente que viven rodeados de su familia, de sus amigos y de otros muchos conocidos. Porque sentirse solos y separados, es una experiencia que puede darse incluso cuando nos encontramos inmersos en una multitud.

Pero la verdadera realidad es que dichas personas no se dan cuenta de que nunca habrían llegado a estar donde están sin la ayuda de otros. En realidad nunca han estado solos, pero ellos no lo saben.

Ningún bebé habría sobrevivido exclusivamente por sus propios medios. Hemos crecido y hemos llegado a adultos porque otras muchas personas, familiares o no, nos han cuidado y protegido para que así fuese.

Quienes son consciente de ello desarrollan un corazón agradecido, pero quienes no lo son, suelen vivir llenos frustración, amargura y victimismo.

Es evidente que los seres humanos necesitamos de los demás para desarrollarnos. Hoy día sabemos que nos nutrimos no sólo de vitaminas, minerales, etc, sino también a través de las relaciones emocionales que establecemos con los  demás.

Pero hay relaciones que son patológicas y perturbadoras y funcionan a modo de veneno mental, mientras que otras son facilitadoras, nos nutren y nos hacen crecer. Estas últimas son las “relaciones nutricias”.

Con frecuencia las personas nutricias se encuentran ahí, a nuestro lado, pero  no siempre sabemos reconocerlas. Por tanto, sería bastante conveniente aprender a identificar y promover las relaciones que son nutricias para nosotros.

Normalmente, las más importantes han de provenir de los padres o de la familia cercana, pero no siempre sucede así, sino que es posible tener unas importantes relaciones nutricias fuera del ámbito familiar, y estas pueden llegar a través de  los amigos o de alguna persona que consideremos relevante.

Pero, exactamente, ¿qué es una relación nutricia?

Una relación nutricia es aquella en la que nos sentimos queridos y aceptados plenamente, una relación en la que nos encontramos seguros y podemos mostrarnos tal y como somos sin temor a la crítica o el rechazo. Son, pues,  relaciones que nos ayudan a crecer.

Las relaciones nutricias nos permiten descubrir nuestra naturaleza más profunda, quienes somos y cuáles son nuestros talentos. De alguna manera nos ayudarán a expresar nuestra potencialidad en el mundo y a dar respuestas a nuestras necesidades como seres humanos.

Pero para establecer unas adecuadas relaciones nutricias lo primero que tendríamos que descubrir es qué es aquello que verdaderamente nos nutre emocional y espiritualmente.

También habrá otros factores que nos ayudarán a establecer este tipo de relaciones, como por ejemplo la practica de la autoaceptación. Esto es, permitirse aceptar plenamente toda nuestra humanidad, con sus virtudes y con sus defectos, al tiempo que nos liberamos del juez más implacable, es decir, nuestra propia consciencia crítica. “Liberarnos de nuestra propia condenación” evita que nos convirtamos en “mendigos afectivos”, es decir, nos libra de hacer lo que sea con tal de conseguir reconocimiento y cariño por parte de otros. Sabemos que el resultado que obtienen quienes mendigan afecto suele ser desastroso.

Otro aspecto especialmente importante para desarrollar relaciones nutricias es aprender a identificar las muestras de cariño y de aceptación que recibimos en las situaciones habituales de la vida cotidiana, cosa que habitualmente no solemos hacer. Cuando aprendemos a reconocer estos aspectos desarrollamos también el agradecimiento y la satisfacción.

Además de las relaciones nutricias individuales, tenemos las relaciones  nutricias que brindan los grupos. Los llamados “grupos nutricios” suelen ser importantes soportes emocionales, ya que en ellos compartimos experiencias significativas.

La pertenencia a grupos nutricios puede constituir un importante mecanismo de  desarrollo de la resiliencia para muchas personas, al tiempo que se ha demostrado su importancia en la evolución positiva de enfermedades graves.

Pero lo que no debemos olvidar es que no hemos de comportarnos como meros receptores pasivos de relaciones nutricias por parte de terceras personas, sino que tenemos la responsabilidad de tratar de ser nutricios para los demás.

Si somos conscientes de la importancia que tiene sentirse aceptados plenamente, deberíamos comenzar a practicarlo con quienes nos rodean, y esto tendrá unas importantes consecuencias positivas, porque se ha comprobado que ayudar a otras personas que lo necesitan, ejerce un efecto beneficioso para quienes realizan la acción de ayuda.

Así pues, para las personas que tratan de desarrollarse, es imprescindible aprender a reconocer y a agradecer todo aquello que nos es dado, al tiempo que hemos de convertirnos también en auténticos focos luminosos para nutrir a los demás.

¡Nutrir y ser nutridos, he ahí la cuestión!

Mente vieja y mente nueva

Mente vieja y mente nueva

menta vieja y mente nuevaTodos nosotros, lo sepamos o no, hemos realizados muchos cambios a lo largo de nuestras vidas. Algunos de ellos han sido conscientes, otros, en cambio, no. A estos últimos los llamamos “cambios ciegos”, y se caracterizan porque, en estos casos, nos encontramos imposibilitados para poder programarlos convenientemente en la dirección adecuada, simplemente ocurren.

Pero para alguien que quiera desarrollar su potencial, para alguien que decida poner toda la carne en el asador en lo que se refiere a crecer como ser humano, es necesario realizar los cambios de forma voluntaria, libre y programada.

Sea como fuere, lo que parece evidente es que no podemos sustraernos a los procesos de cambio en la vida, aunque no nos demos cuenta de ello.

Para los seres humanos, uno de los cambios más importante que podamos llevar a cabo es el que se produce cuando elegimos involucrarnos en un proceso de autorrealización.

Esto significa que decidimos transformar nuestra mente desde un estado limitado hacia otro más puro, armónico y feliz, algo totalmente imprescindible para cualquier persona que anhele vivir mejor. Podríamos describir este proceso como el cambio de la “mente vieja” a la “mente nueva”.

Hemos leído que en la simbología cristiana existe una metáfora similar, la del paso de “hombre viejo”, que viene representado por Adán, al “hombre nuevo”, que se refiere a los nacidos en Cristo mediante el Bautismo.

Este mismo fenómeno de transformación de la mente hacia un estado más puro se encuentra, también, simbolizado y representado de forma parecida en otras tradiciones espirituales, y siempre aparece ligado a ritos de muerte y renacimiento: morir a lo viejo y nacer a lo nuevo.

Así, el paso de “la mente vieja” a la “mente nueva”, ha de significar una especie de muerte simbólica, de renuncia a lo que nos sobra y limita, para dar lugar al nacimiento de aquello que nos desarrolla.

Por tanto, no podemos perder de vista que en dicha transformación será necesario un esfuerzo. Cambiar voluntariamente hacia las metas elegidas es algo que cuesta, al igual que también cuesta todo aquello que tiene un cierto valor en la vida.

Así que deberíamos prestar especial atención al hecho de que en todo cambio hay pérdidas, y que si eso no se tiene en cuenta o las pasamos por alto, pueden dificultar la transformación hacia el nuevo estado.

El paso, pues, de tener “mentes viejas” a tener “mentes nuevas”, lleva implícito el dolor de la pérdida de lo antiguo, y también la dificultad del “parto” hacia lo que ha de nacer.

Pero dichas dificultades se soslayan cuando nos damos cuenta de que, al mismo tiempo, nuestra transformación interior contiene implícitamente la alegría que emerge de forma espontánea cuando realizamos nuestra verdadera naturaleza y nos liberamos de nuestros miedos, incertidumbres y antiguas limitaciones.

Para Francesco Alberoni, sociólogo italiano,  este tipo de cambio es denominado “estado naciente”, a propósito del cual dice: “no es un modo de ser estable, duradero, sino como un nacimiento, un despertar, un descubrimiento de que lo posible se abre ante nosotros”.

Este estado naciente de Alberoni, que equivale a la concepción de nuestra “mente nueva”, se produce cuando rompemos las barreras de aquello que nos sujeta, los convencionalismos, las culpas, los miedos y emergemos a un estado del ser mucho más pacífico, sereno y amoroso.

Pero no olvides que todo tiene un coste, y quizás debieras preguntarte ¿cuál es tu elección, si mantenerte en el “dulce sueño de la mente vieja” o decidir correr el riesgo de nacer en la luz?

Editorial de junio 2014

Editorial de junio 2014

editorial de junioNos encontramos a las puertas del verano y resulta francamente extraño comenzar con lluvia los primeros días de un mes como junio.

Pero así ha sido. Cada vez el tiempo está más raro, aunque recordemos que los antiguos decían aquello de que “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. ¡Por algo sería!

Supongo que estas lluvias no sean más que una cosa esporádica y a partir de ahora, previsiblemente, las temperaturas tenderán a aumentar, como es normal en esta época del año. No obstante, con aquello del cambio climático cada vez resulta más difícil realizar predicciones certeras acerca del tiempo y de las temperaturas.

Para algunas familias estos días de junio son una fechas emocionalmente intensas, pues muchos alumnos acaban el bachiller y se gradúan en sus respectivos colegios o institutos. Y casi sin solución de continuidad, comenzarán su preparación para los exámenes de selectividad que tendrán lugar a mediados de mes (más o menos).

A partir de ahí se incrementa la incertidumbre de si entrarán o no en la carrera que quieren realizar o en la facultad en la que desean estudiar.

En mis tiempos todo esto era bastante más fácil. Al menos no lo recuerdo con ese estrés con el que se vive ahora.

Cuando finalicé COU, fui al Instituto, me dieron las notas y ya está. Ni fiesta, ni ceremonia de graduación, ni nada de nada. Después te examinabas de selectividad y tenías menos nervios para elegir ya que, por un lado no había nota de corte, así que entrabas donde solicitabas, y, por otro lado, había menos carreras para elegir, así que la elección planteaba menos dificultades que ahora.

Además, la mayoría de los alumnos solían estudiar en su ciudad de origen, a menos que no existiese allí la carrera elegida o que la familia tuviese una buena posición económica y enviase a sus hijos a alguna prestigiosa facultad nacional o foránea.

Ahora, cuando hablo con chavales de segundo de bachiller siempre les pregunto, y qué quieres hacer. Hay de todo, quien lo tiene muy claro y quienes a pocos días de tener que rellenar su solicitud aún no saben qué carrera elegir.

Alguno me ha preguntado acerca de que le aconsejaba yo, por aquello de que los conocía desde pequeños. Mi respuesta es siempre la misma, “elige aquello por lo que sientas pasión”.

Porque estoy totalmente convencido de que la pasión es un ingrediente fundamental del éxito y de la felicidad, ya que aquellas personas que disfrutan con lo que hacen, más tarde o más temprano son exitosas y viven más felices.

Claro está que tendría que aclarar un poco qué es lo que entiendo yo por éxito, porque mi comprensión no es la habitual.

Para la mayoría de las personas, ser exitosos en la vida significa triunfar con un buen puesto de trabajo y, como dicen ahora los chavales jóvenes, “estar forraos a los treinta y cinco o cuarenta”.

Es posible que muchos de los que consiguen lo anterior se sientan afortunados y exitosos. Yo no tengo nada en contra de ello. Más bien tengo algunas preguntas y ciertos matices.

Desde mi punto de vista el éxito no lo mide el nivel socioeconómico alcanzado, aunque esto pueda ser importante, sino más bien el nivel de satisfacción personal que encuentras con lo que haces.

El éxito, según entiendo, tampoco tiene que ver con la fama alcanzada, sino con la coherencia interna con la que vivas y con la experiencia de estar viviendo una vida significativa para ti y para quienes te rodean.

Si además de esto, “estás forrao”, pues mejor. Pero si para conseguir más dinero has de traicionar tus ideales, enterrar tus sueños o vivir de un modo que no quisieras, pues entonces habrías de replanteártelo, a menos que quieras vivir “exitosamente infeliz”.

Porque, posiblemente, al final de nuestros días no pensemos en cuanto dinero hemos ganado o en cuantas medallas nos colgaron, sino que habremos de enfrentarnos desnudos y sin equipaje al más implacable de los jueces, nuestra propia consciencia, para dar buena cuenta de sí realmente vivimos con amor y con honor. Entonces sabremos, sin lugar a dudas, si fuimos exitosos o no.

Personalmente estoy convencido de que es difícil sentirse exitoso si no te honras a ti mismo. Y nos honramos cuando seguimos nuestras profundas convicciones, nuestros sueños e ideales, en lugar de renunciar a ellos por un puesto más seguro o por un sueldo más alto.

Tal vez para conseguir lo anterior debamos de aprender a correr algún riesgo, cosa que parece poco popular hoy día. Y también tener presente que quizás pasemos por momentos difíciles y que nos hagan dudar de si realmente mereció la pena el esfuerzo realizado y los sacrificios vividos.

En esos momentos, la esperanza, la disciplina, la perseverancia y otras muchas cualidades mentales vendrán en nuestra ayuda para confirmar que quien sigue su voz interior y lucha honestamente, con convicción, por seguir su propio camino, más tarde o más temprano, conseguirá el éxito que tanto ansía.

Por todo ello, cuando, como dije antes, me preguntan acerca de que les aconsejaría estudiar, siempre les digo “sigue tu pasión, trabaja en lo que te guste y en lo que te sientas realzado”.

Algunos ponen cara rara y me dicen, “es que me han dicho que lo que yo quiero hacer tiene pocas salidas”. Entonces les respondo, “para alguien que ama su trabajo, se apasiona con ello y enfoca su energía en hacerlo lo mejor posible, la salida siempre aparece”.

Pero has de tener presente que este no es el camino de los mediocres, sino de los guerreros.

Así que la pregunta crucial no es qué carrera has de elegir, sino si estás dispuesto a luchar por tus sueños, es decir, si quieres ser un guerrero.

Porque cuando respondas a esas preguntas, el camino se abrirá claro y nítido frente a tus ojos.

Cambiando de tema, en otro orden de cosas, recordar que este año el Solsticio de Verano caerá el 21 de junio, momento en el que debido a la posición del sol el día alcanzará su máximo de duración y la noche el mínimo, marcando el comienzo del verano.

Las fiestas solares de San Juan, con su simbología de fuego y las numerosas tradiciones y rituales en los diferentes puntos de nuestro país, nos recuerdan cada año la importancia de la purificación y de la renovación. La importancia, también, de eliminar, en este caso a través de las hogueras, lo viejo y lo caduco, para dejar espacio a lo nuevo que ha de venir.

Comenzamos un tiempo, pues, para aprender a soltar lastre y a aligerar peso, así como para volver a renovar nuestras ilusiones y proyectos.

Aprovechemos la energía de este mes para aprender a brillar como la luz del sol y poder así, iluminar nuestro camino y hacer posible que también que dicha luz ilumine a quienes nos rodean.

¡Feliz Junio!

Fluir con la vida

Fluir con la vida

El cambio es inherente a la vida. Tratamos de buscar estabilidad en un mundo que es cambiante al tiempo que tú y los demás, también cambian. Sin embargo, encontramos muchas personas que sufren porque tienen dificultad para gestionar dichos cambios, sobre todo porque les faltan recursos para hacerlo. A ellos va dedicado este post.

Piensa que la mente común, en lugar de fluir con la vida, trata de buscar la estabilidad mediante la errónea pretensión de que nada cambie, que nada se modifique. Esto nunca sucede, y el mecanismo de defensa que  estructuran suele acabar en una neurosis. La mente común  también mantiene una especie de deseo obsesivo de congelar cada instante en lugar de permitirse fluir con los acontecimientos. Esta manera de abordar los cambios genera rigidez mental y malestar emocional. Sigue leyendo

Acoger nuestros contenidos mentales

Acoger nuestros contenidos mentales

Acogida ecuanimeUna de las cosas más importantes que el alumno que ha comenzado a aproximarse al entrenamiento sofrodynámico ha de aprender es a diferenciar entre el qué y el cómo. Porque una cosa es lo “qué” uno hace y otra bien distinta es “cómo lo hace”. Esta diferencia es fundamental, pero no todo el mundo es consciente de ello.

Con mucha frecuencia tenemos más dificultades en gestionar el cómo que en  darnos cuenta de el qué. Por ejemplo, muchas personas meditan, pero cómo meditan es otro asunto.

Lo realmente importante, y lo que marca la diferencia, es la motivación y la actitud con la que realizamos cada acción.

Se dice que existen diferentes tipos de actitudes, de la misma forma que también existen diferentes tipos de motivaciones.

Desde mi propia experiencia, puedo afirmar que una de las actitudes más importantes para nuestro desarrollo personal y que a su vez es más sanadora, es la llamada actitud de Acogida Ecuánime.

Trataré de explicarla brevemente.

Normalmente nos pasamos la vida queriendo mantener cerca aquello que nos agrada y rechazando aquello otro nos molesta. Esto nos parece bastante lógico y normal, ya que pretender lo contrario sería calificado como enfermizo.

Y para ciertas cosas de la vida es útil dicho planteamiento. Preferimos sentarnos en una silla cómoda que hacerlo en una incómoda. Nos gusta llevar una ropa agradable al tacto en lugar que otra que nos oprime o molesta. Y así podríamos comentar un sin fin de situaciones cotidianas.

De entrada, no hay nada extraño en querer disfrutar de lo agradable y alejar lo que no lo es. Más bien es una tendencia normal y saludable.

El punto crucial radica en los mecanismos mentales que ponemos en juego para hacerlo, porque en lo referente a los procesos del mundo interior la cosa ya no está tan clara.

Las actitudes de apego y rechazo provocan tensión interior, para mantener lo que nos gusta y evitar lo que nos desagrada. Por tanto, mediante los extremos de apego y rechazo no generamos satisfacción sino sufrimiento.

Llamamos apego al deseo de mantener algo agradable, y aversión a querer rechazar lo que no nos gusta.

Curiosamente parece como si la vida jugase con nosotros, porque lo que deseamos se nos escapa y lo que no queremos suele aparecer, con lo cual generamos frustración y sufrimiento innecesario.

Según la doctrina que enseño Sidharta Gautama, el Buda, esta polaridad dualista de nuestra mente se encuentra en la base del sufrimiento humano.

Según las enseñanzas budistas, alcanzamos la liberación del sufrimiento cuando somos capaces de trascender dicha tendencia de la mente. Eso es algo que han demostrado, no sólo mediante la especulación filosófica, sino con numerosos ejemplos prácticos de personas que así lo han hecho.

Si se ha demostrado ampliamente que el aferramiento y la aversión nos hacen sufrir, entonces ¿por qué cultivarlos?

Para aquel que quiera dejar de sufrir inútilmente, se hace necesario aprender a gestionar los mecanismos que nos hacen apegarnos a ciertas situaciones o rechazar otras. Pero, ¿cómo hacerlo?

Pues mediante el cultivo de la actitud de Acogida Ecuánime.

El estado deseable de la mente que se conoce como ecuanimidad es aquel que se genera cuando nos situamos más allá del apego por unos objetos y de la aversión por otros.

Ecuanimidad significa no aferramiento y no rechazo. Es un dejar fluir sin agarrase a los contenidos mentales ni al diálogo interior que continuamente nos bombardean.

Algunas personas pensarán que dicho estado de ecuanimidad es algo así como la pasividad ante los acontecimientos. Hay quien ha creído erróneamente que desarrollar la ecuanimidad es sinónimo de hacerse un pasota de todo. Esto es una comprensión bastante limitada e inexacta  del asunto.

Ser pasota significa que no nos interesa nada. Sin embargo, somos ecuánimes porque nos interesa nuestra felicidad y la de los demás. La diferencia es notable entre uno y otro estado.

Ser ecuánime no significa que nos quedemos parados sin hacer nada ante las situaciones conflictivas, sino que es una actitud interior que nos libera del sufrimiento porque afrontamos dichas situaciones desde un modelo mental diferente, de tal manera que podríamos decir que desarrollar la ecuanimidad es como aprender a aplicar inteligentemente las leyes que rigen nuestros procesos mentales.

La ecuanimidad es pues el mejor método que se conoce para matar de hambre al sufrimiento.

Imaginemos que estamos en una pista de frontón y que la pelota es un contenido mental que no nos gusta. Si tratamos de rechazar la pelota para alejarla de nosotros, encontraremos que mientras más fuerte la golpeemos mas fuerte nos volverá. Si seguimos utilizando la estrategia de querer mandarla lejos, no funcionará, porque tenderá a volver con más fuerza. Si queremos que la pelota pare, simplemente, hemos de dejar de rechazarla. Si no la volvemos a golpear, seguirá botando durante un tiempo hasta que finalmente se parará sola.

De la misma manera sucede con los contenidos mentales. Si no nos aferramos ni los rechazamos, ni utilizamos el diálogo interno para alimentarlos, poco a poco, se pararán y se disolverán.

Durante el entrenamiento en Sofrodynamia® se propone al alumno que desarrolle la actitud de “Acogida Ecuánime” de los contenidos que aparecen en su consciencia, es decir, el no aferramiento y el no rechazo, tanto si los contenidos mentales nos gustan como si no.

Este es uno de los mejores mecanismos para calmar el torbellino de nuestra mente, y aunque no es sencillo, es bastante efectivo y, por supuesto, merece la pena intentarlo.

Cultivar la Acogida Ecuánime es el primer paso que se ha de dar para alcanzar la felicidad que anhelamos, porque esta actitud es una maravillosa herramienta que nos aleja de la agitación mental y nos permite alcanzar un estado de mayor serenidad y paz.

 

Vivir apasionadamente

Vivir apasionadamente

vivir con pasiónSer sabio significa que somos capaces de saborear la vida, de disfrutar de lo más profundo de su esencia, y eso sólo se consigue cuando se vive apasionadamente.

Siempre he admirado a las personas que ponen pasión en todo aquello que hacen, a quienes son unos enamorados de sus tareas, a quienes imprimen en su vida un sello tan especial que contagia a los demás sólo con mirarlos, porque transmiten su amor y su entusiasmo por todo aquello que hacen, ya sean las cosas más grandes o las más sencillas.

La pasión es aquella característica que transforma algo corriente en algo especial, porque cuando descubrimos y seguimos nuestra pasión nos transformamos en unos seres únicos y especiales.

Aunque no seamos consciente de ello, siempre podemos elegir entre vivir una vida mediocre o desarrollar nuestro potencial al máximo para dar al mundo aquello que hemos venido a aportar.

Para eso habremos de comprometernos con nuestros propios sueños, con aquello que nos permite florecer y dar frutos, y esto hará que nuestra vida posea un significado diferente.

Los apasionados son quienes luchan y persiguen sus sueños, ya que hacen lo que aman. Son personas brillantes y magnéticas porque enfocan su esfuerzo hacia aquello en lo que creen.

Hoy día la pasión se relaciona con la felicidad y se considera que es un elemento imprescindible para conseguirla.

Por tanto, en algún  momento de la vida habremos de preguntarnos si realmente hacemos lo que amamos o si, por el contrario, nos encontramos viviendo una vida rutinaria y sin apasionamiento.

Vivir con pasión es como dar un sí incondicional a la vida, pero, realmente ¿nos encontramos preparado para ello?

Poner pasión en la vida también se relaciona con alcanzar la excelencia, porque cuando nos apasionamos hacemos las cosas de la mejor manera posible y con la mejor calidad.

Con frecuencia, vivir con pasión, marca la diferencia entre quienes son exitosos y quienes no, porque también tiene mucho que ver con el entusiasmo, y gracias a ese entusiasmo somos capaces de perseverar incluso cuando las condiciones resultan adversas.

Por eso, si quieres saborear la vida en toda su profundidad y ser fiel a tu propio destino,

es importante que descubras y sigas tu pasión, porque seguir la pista de aquello que realmente nos apasiona, lo que nos hace vibrar y nos permite sentir la vida de un modo especial y único, es lo que marcará la diferencia entre vivir con plenitud o vegetar en una vida rutinaria y mediocre.

 

A propósito del cambio

A propósito del cambio

a propósito del cambioAprender a gestionar adecuadamente los procesos de cambio es una de la principales habilidades implicadas en el proceso de desarrollo humano.

A continuación expondré una serie de reflexiones que nos ayudarán a entender mejor dichas cuestiones.

 

1.- ESTAMOS SIEMPRE EN CONTINUO PROCESO DE CAMBIO: Todo el universo cambia y los seres humanos no escapamos a dicha ley inexorable. El cambio es el único fenómeno permanente y constante, siendo inmanente a la naturaleza humana, ya que, lo queramos o no, seamos conscientes o no, estamos siempre en continuo cambio en todos los diferentes niveles de nuestro ser, físico, mental y espiritual.

 

2.- EN TODO PROCESO PUEDEN APARECER CAMBIOS NO DESEADOS: Todo está en permanente cambio, sin embargo unas veces somos conscientes de ellos y otras veces no. En muchas ocasiones nos sentimos incapaces de gestionarlos de una forma adecuada, de tal manera que, con frecuencia, se producen aquellos cambios que no queremos y somos incapaces de llevar a cabo aquellos otros que sí deseamos.

 

3.- APRENDER ES CAMBIAR: El aprendizaje implica un cambio.  Aprender es pasar de un estado de menor a otro de mayor conocimiento. Cada vez que aprendemos una nueva habilidad o destreza estamos realizando un cambio en nuestra ,manera de entender y afrontar la realidad. Así que, sin lugar a dudas, podemos afirmar que aprender es cambiar.

 

4.- PARA CRECER NECESITAMOS CAMBIAR: En un contexto de crecimiento y desarrollo nos interesan todos aquellos aprendizajes que nos permiten generar cambios en sentido potenciador.  Sabemos que cada tipo de cambio distinto requerirá un tipo determinado de aprendizaje diferente, pero quizás el mejor aprendizaje de todos es el que nos enseña a “aprender a aprender”.

 

5.- DESARROLLARSE ES MODIFICAR NUESTRO MODELO DEL MUNDO: Es imprescindible saber que no experimentamos directamente lo que el mundo realmente es, sino que experimentamos solamente aquellas representaciones mentales que poseemos según nuestro modelo.

También es importante darse cuenta de que aquello a lo que llamamos aprender no es un mero absorber información sino que más bien será un continuo crear y recrear nuestros modelos mentales. Muchos sufrimientos se producen porque nuestro modelo no responde apropiadamente a la realidad o porque dicho modelo no tiene recursos suficientes para actuar en el mundo de una manera eficiente. Así que cualquier aprendizaje potenciador tendrá como característica un enriquecimiento de nuestro modelo.

 

6.- EL DESARROLLO NO ES UN PROCESO LINEAL: El desarrollo humano raramente es un proceso lineal, más bien es un proceso de tipo espiral, en el que en cada una de sus vueltas retomamos, básicamente, los mismos asuntos pero asumiendo nuevos y diferentes puntos de vistas con una perspectiva más global.

 

7.- CAMBIAR PUEDE SER UN PROCESO CON ALTIBAJOS: También se puede decir que el cambio puede ser un proceso en el que existen picos y valles. Habrá momentos en los que nos sentimos plenos y llenos de vitalidad y, junto a esos momentos, existen otros de gran dureza y en los que, en algunos casos, perdemos un poco el sentido de las cosas y el rumbo de la vida. Es por ello que una cierta guía y un acompañamiento de alguien que conozca estos asuntos puede ser bastante eficaz como compañero en este viaje.

 

8.- TODO CAMBIO TIENE SUS PEGAS: En todos los procesos de cambios existen pegas. Pensar que no existen o pasarlas por alto puede hacer que el cambio no funcione, pero en ningún caso ha de ser un obstáculo lo suficientemente fuerte como paraque nos instalemos en el estancamiento.